Breve del jueves : ¿Descentralizar o no?
Como comentábamos ayer la experiencia en la descentralización de organismos públicos ha sido positiva en nuestro país. Sin embargo no se pueden menoscabar algunas señales peligrosas respecto a la descentralización que podrían enrarecer la relación del ejecutivo con las mismas o inclusive poner en peligro su existencia y buen funcionamiento.
Organismos como el IFE y el Banco de México abrieron al país el panorama de la planeación transexenal, desterraron prácticas añejas como el "año de hidalgo" o "la persecución del hueso" que impedían plantear estrategias a largo plazo debido a la alta rotación de personal directivo en estas dependencias , así como el intento de sus titulares por ganar la simpatía de las esferas más altas del poder ejecutivo, dejando en segundo plano el correcto funcionamiento de la empresa a su cargo.
Sin embargo ni la descentralización puede ocultar los vicios más arraigados de la política mexicana ,siendo la madre de todos ellos la casi nula participación ciudadana en las decisiones gubernamentales. Sin ella el respeto necesario de los poderes de la unión hacia esos organismos descentralizados queda como un mero acto de buena voluntad de los actores políticos; y sabemos que su "buena fe" varía de manera directamente proporcional al cultivo de sus intereses sectarios. Una buena muestra de estos riesgos ocurrió hace algunas semanas en la aprobación del presupuesto de egresos 2006. La cámara de diputados castigó al IFE con un recorte presupuestal sin precedentes para un año electoral . Aunque el rector máximo de las elecciones federales tenga independencia de los poderes de la unión en materia administrativa , un castigo financiero de gran escala puede obligarlo a reestructurarse profundamente hasta el punto de impedirle cumplir con sus funciones básicas, por lo que se vería forzado a respetar la línea del gobierno para asegurar su subsistencia.
Por otra parte , la carencia de poder civil se extiende a las mismas entidades descentralizadas que ,bajo cierto escenario, podrían convertirse en islotes de poder con suficientes facultades para entrar en el maquiavélico juego de la política con todas las consecuencias indeseables para la sociedad que eso conlleva.
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