viernes, diciembre 23, 2005

Un cuento de navidad (Última Parte)

VII.

Belén era un pueblo conocido por su poca hospitalidad. La sociedad betlemita era cerrada y veía con recelo a los extraños. Consideraba extranjero a todo aquel que no había conocido desde niño. No era precisamente el mejor lugar para vivir , pero era el único que garantizaba a Joaquín la desconexión total de sus redes de negocios y un buen refugio para el "pecado" de su hija.

El camino hacia su nueva morada llenó de nostalgia a María. Pese a juventud había viajado por todo el mundo , pero esta travesía tenía sabor a despojo. José viajaba en silencio , casi sistemáticamente cruzaba su mirada con la de su esposa y dibujaba una sonrisa de condescendencia, en el fondo le generaba ansiedad el no poder cumplir con las expectativas de una joven acostumbrada a los lujos, buscaba subsanar con sus impecables modales las carencias materiales de su condición de carpintero. María comenzaba a apreciarlo , aunque sentía por él un cariño paternal y no de marido.

La clásica hostilidad betlemita hizo de conseguir alojamiento una labor titánica. Tras varios días de pernoctar en hoteles pudieron alquilar una vieja bodega:

"Con algunos arreglos se puede vivir aquí"; dijo el dueño mientras movía un enorme lienzo donde estaba retratado un establo ; "antes vivía aquí un fotógrafo , nunca pagó la renta . . . mmmm ¡artistas!"; María se había quedado hipnotizada delante de un póster ; José siguió su mirada y sintió un golpe frío en el vientre al encontrar el objeto de su atención . . . era la fotografía de una cruz.

José usó toda su habilidad de tekton para hacer las adecuaciones necesarias y darle un aspecto acogedor a su nueva morada, María quedó sorprendida con la noción minimalista y elegante de su esposo y no pudo evitar sentir emoción al ver concluida su obra; Se recargó en su pecho y él le contestó con una torpe pero bienintencionada caricia.

José no tardó mucho tiempo en ganarse la estimación de sus nuevos vecinos , aunque era extranjero, su frugalidad y espíritu de servicio no eran virtudes comunes en Belén. En pocos meses tenía su propio taller y su propio prestigio. María había hecho migas con Isabel , mujer mucho mayor que ella quien se convirtió en su mentora en las artes del hogar y los cuidados de la preñez. Juan , su hijo , sentía una extraña fascinación al pensar que en el abultado vientre de María vivía un ser humano:

"¡Se movió el bebé mamá! , ¡lo sentí! " . . . "Oye María y ¿el bebé puede oirme? , ¿puede entender lo que le digo?" ; "Sí Juan , sí puede" ; "Bebé cuando nazcas te voy a dar un regalito" ; sacó de entre su ropa una botella con aceite azul y un diminuto barco navegando en él ; "¿ya viste? es el mar , hay mucha agua , mi mamá dice que el agua todo lo cura , todo lo renueva".

Una noche de invierno un terrible apagón azotó el pueblo , María se encontraba sola en casa por lo que José se apresuró a cerrar el taller para acompañar a su esposa. José se sorprendió al ver salir de su ventana una luz mucho más intensa que el pálido cintileo de las velas : "Seguramente compró un quinqué", pensó. Al abrir la puerta fue recibido por el llanto de un recién nacido . . . no había ninguna lámpara.

VIII.

José tenía el semblante desencajado , su mano temblaba al intentar sintonizar la radio , a lo lejos entre mares de interferencia se escuchaba la voz de Herodes:

"Estamos consternados ante estos horribles crímenes , mi gobierno no descansará hasta dar con el culpable de la muerte de estos inocentes " ; su voz se quebró ; "Nada puede justificar la muerte de un infante". María con el niño en brazos se recargó sobre el hombro de su marido, José apretó su mano: "Tenemos reportes de matanzas de niños en toda la región , los criminales se hacen pasar por militares y dicen que van a levantar datos para el censo , una vez dentro de la casa comienza la masacre. Escuche con atención , no abra la puerta de su casa a ningún extraño, cuide a sus hijos". Los esposos se observaron en silencio , María no podía evitar pensar en las terribles profecías que escuchó el día de la presentación al templo de su hijo. También se imaginaba con naúsea cómo sería la agonía de un niño , como se extinguiría violentamente la bujía de vida que siempre brillaba en sus ojos. Apretó fuerte a su hijo.

"Nos vamos a Egipto"; concluyó José.

IX.

Cumpliendo con la tradición María y José presentaron a su hijo al templo. Mientras se dirigían al altar una mujer de ropaje negro abordó a María:

"¡María!" ; graznó terriblemente la anciana , una caricia helada recorrió el cuerpo de la joven ;
" ser madre es vivir en un valle de lágrimas , pero para ti será mucho peor, porque sabes que verás morir al fruto de tu vientre , ya lo has visto , a tu hijo inmolado como un cordero"; La anciana se echó a reir, María recordó su sueño en ese momento, comenzó a oír a lo lejos los ladridos rabiosos de una jauría , poco a poco ese ruido ensordecedor comenzaba a tomar forma: "¡crucifícalo! , ¡crucifícalo!". . . de las paredes del templo se desprendió un terrible hedor a sangre seca, María gritaba desesperada : "¡llévatalos José! , no dejes que nos hagan daño , ¡llévatelos!" ; "María ¡despierta!, te desvaneciste" ; "¿Y la anciana?" ; "¿Cuál anciana? , debes estar insolada ,toma agua".

Al presentar al niño el sacerdote preguntó :"y bien ¿ya saben cómo se llamará? " ; "Sí " -contestó María- "se llamará Jesús".